LOIDI, EL CASERÓN. En el caserón Loidi de Getaria, un edificio viejo y en ruinas, vivía un hombre llamado Juan, que tenía una mujer llamada Marisol y dos hijas, Elena y Marta. Elena era mayor que marta. El caserón era del padre de Juan, de José. Un hombre muy callado que siempre pasaba desapercibido. Cuando murió, el 16 de agosto de 1986, vivía solo en el caserón. Su hijo Juan tenía una hermana, Matilde, pero ella no se llevaba bien con José, y por eso la herencia fue para Juan.
El día que la familia de Juan se mudó a Loidi, la hija mayor, Elena, presintió algo raro, pero nadie la hizo caso en ese tema. José era muy católico y creía mucho en dios, y por eso tenía muchos crucifijos por toda la casa, y velas rojas en las habitaciones.
Cuando pasaron dos semanas desde el día en que se mudaron, una noche, se escuchó un ruido en una de las habitaciones, cayó un crucifijo al suelo. Elena seguía diciendo que allí pasaba algo, pero nadie la creía. Otro día, de repente, desaparecieron todos los cuadros de Juan y Marisol. En ese momento todos se asustaron mucho, y llamaron a un exorcista. Cuando llegó el hombre, pidió que desalojaran el edificio y así fue. Cuando a primera hora de la mañana volvieron al caserón, el señor no estaba, pero encontraron todos los cuadros colgados encima de la chimenea. No supieron que pensar, pero se asustaron mucho. Siguieron con sus vidas, pero lejos del caserón, en un adosado.